Miriam Echeverría y Yonathan Ortiz iniciaron, hace cinco años, una escuela de fútbol para contener a quienes no tenían la posibilidad de jugar en un club. Ubicado en el Barrio Alberdi, más de 70 jugadores y jugadoras sueñan con jugar en una liga y tener su propio espacio.
La lista de jugadores y jugadoras que forjaron su talento, tiraron sus primeras paredes y aprendieron a gambetear en una canchita de barrio es casi interminable. En Argentina el potrero tiene un valor sagrado: con el “juguete más lindo del mundo” en sus pies, niñas y niños se permiten soñar con un futuro diferente.
En el Barrio Alberdi, en el espacio ubicado entre las calles Rivera Indarte y Güemes, más de 70 chicos y chicas juegan al fútbol en el Racing Club de Río Cuarto. “Empezamos con clases antes de la pandemia, tuvimos que parar y cuando pudimos volver retomamos. Empezamos con 15 nenes y ahora tenemos más de 70 de todas las edades”, cuenta Miriam Echeverría quien inició con el club junto a su pareja, Yonathan Ortiz.
Miriam y Yonathan, los profesores del club, comenzaron con clases de fútbol cuando notaron que había chicos que tenían el sueño de hacer deporte, pero no tenían la posibilidad de jugar en un club.
“Con mi marido desde chicos jugamos al fútbol, nos criamos jugando al fútbol barrial. Con el tiempo notamos que en el barrio faltaba eso, así que un día conseguimos una pelota y dijimos ‘vamos a darle clases a los chicos’”, relató Miriam.
El objetivo del club va más allá de los sueños futbolísticos que cada jugador y jugadora tienen. Desde sus inicios, el objetivo es ser el espacio de contención de quienes se acerquen a jugar con la redonda. “Nuestra lucha es la de sacar a los chicos de la calle, alejarlos de las malas influencias y que ellos puedan ser reconocidos por su talento, por lo que logren y no por otras circunstancias”, sostuvo Miriam.
El nombre del club llegó hace poco tiempo. Boca y River no generaban consenso, ninguno quería calzarse la casaca de su clásico rival. El elegido, por sus colores celeste y blanco – los del combinado albiceleste-, fue Racing.


Un club social
Antes de convertirse en la cancha donde hoy realiza las prácticas Racing Club de Río Cuarto, el espacio fue el predio de un club de rugby de la ciudad. Uno de sus anhelos es tener un lugar propio y en condiciones, ya que el que actualmente utilizan es un espacio público que otros vecinos del sector utilizan.
“No recibimos la ayuda de nadie, somos solo mi marido y yo. La realidad es que hoy muchos hacen la vista al costado. Lo único que nosotros queremos es que al menos nos corten el césped”, dijo.
Actualmente necesitan materiales para los entrenamientos, aros, conos y, fundamentalmente, pelotas ya que solo cuentan con cuatro para todos los niños.
Los entrenamientos son diarios, de lunes a viernes, desde las 19.30 hasta las 20.30. “Ahora en verano nos quedamos un rato más porque los chicos no se quieren ir, así que estiramos los entrenamientos. Los sábados también nos juntamos a jugar porque los chicos escriben por el grupo de WhatsApp y piden ir a patear un rato”, comentó Echeverría.

Además de niños y adolescentes, las mamás de los jugadores también se sumaron a los entrenamientos. Mientras los chicos juegan, las madres aprovechan para hacer actividad física. “Nosotros les damos el lugar a todos, las mamás se empezaron a sumar porque no todas tienen la posibilidad de hacer actividad física y acá traen a los chicos y aprovechan a hacer ejercicio”, señaló sobre la iniciativa de sumar a la actividad a las mamás del club.
Sueño liguero
Además de tener un espacio propio, otro de los grandes sueños de los niños y niñas de Racing Club de Río Cuarto es jugar en una liga. Calzarse los botines, ponerse la camiseta y entrar a jugar con los grandes clubes de la ciudad es un anhelo compartido entre los niños y niñas del club.
“Ellos sueñan con entrar a una cancha y jugar contra Atenas, Alberdi, Municipal, Estudiantes… ellos tienen ese sueño y nosotros queremos darles la oportunidad. Ellos lo ven como algo imposible, pero acá les decimos siempre que nada es imposible”, concluyó Miriam.