La zanahoria de la AGI es un campo de investigación que busca crear software con la capacidad de aprender y razonar de manera similar a la humana. El objetivo es que ella pueda realizar tareas que no estén necesariamente programadas para ello. O sea, la instalan en un robot autónomo y ya no te necesitarían más.

Geoffrey Hinton ganó este año el Premio Nobel de Física, junto al estadounidense John Hopfield, por descubrir las bases fundacionales que permiten el aprendizaje automático con redes neuronales artificiales, lo que permitió desarrollar sistemas de inteligencia artificial (IA). Aunque pateó el tablero.

La gran paradoja

Al recibir el premio, Hinton dijo sin titubear que la IA «se va a salir de control” y esa afirmación no está desconectada de la realidad. Agregó que aunque el futuro pueda ser «maravilloso en muchos aspectos», también alertó sobre sus «posibles malas consecuencias».

Las mismas tecnologías de inteligencia artificial general que traerían avances para la humanidad, podrían controlar a la raza humana, dijo Hinton, ya que “serán capaces de manipular y de convencer a la gente, porque habrán aprendido de todas las novelas que se hayan escrito. Todos los libros de Maquiavelo, todas las confabulaciones políticas, sabrán todo eso. Sabrán cómo hacerlo”.

El científico ya era famoso antes del galardón, por su renuncia a Google en 2023 para poder expresarse libremente sobre los peligros de la inteligencia artificial.

Ante la advertencia de tan importante referente, el paso certero es cómo encontrar la puerta adecuada para que con la regulación la IA no se salga de control.

En un rápido repaso a los daños que podrían potenciarse a nivel global encontramos robo de identidad, pérdida de empleo, manipulación, errores en decisiones críticas y dependencia excesiva con un impacto en la salud mental.

Para las comunidades se piensa que los riesgos aumentan. La IA puede ser utilizada para controlar y vigilar a las personas de manera excesiva, apareciendo más sofisticación en los ciberataques, de la hipercomunicación al refinamiento en la desinformación, con pérdida de privacidad y el perfeccionamiento en la discriminación.

¿Quién se pone el saco en Argentina?

Con estas consideraciones, el mayor reto es crear normas que protejan a los seres humanos pero a la vez sin desincentivar la innovación. Obvio que no es fácil en cualquier región. Quienes tengan la llave en mano tecnológica serán capaces de hacer hasta lo que hoy es imposible de imaginar humanamente. Eso ya les está generando dinero y obviamente poder; esperemos que también responsabilidad.

La Unión Europea tiene leyes de protección de datos y desde este 2024 la primera ley en el mundo para regular la inteligencia artificial, en EE.UU no hay nada a nivel federal y China avanza calladamente. La innovadora norma europea será de aplicación progresiva y contempla sus diversos aspectos, inclusive las aplicaciones de IA de alto riesgo.

Necesitamos tener legislación en nuestro país para proteger a la población de los efectos indeseados, porque hoy por 20 dólares ya se puede tener acceso al uso personal o empresarial de esta herramienta tecnológica.

En otro riel corre en paralelo lo que desconocemos o intuimos, en desarrollo e investigación: ¿nos convertiremos en otro tubo de ensayos de los países centrales?

Sobre opiniones hoy “hay de todo”, de extremo a extremo, pero ninguna de las dos puntas de la cuerda es razonable: no podemos prohibirla pero tampoco dejarla al libre albedrío.

Quizás debamos adoptar la posición de estar de acuerdo con los valores de las normas europeas en la tecnología, como lo viene diciendo la colombiana Alexandra Pinto Castellanos, quien estudió en Stanford, hoy establecida en Holanda y fundadora de Hoursec, empresa que apunta al mercado de la computación cuántica.

Esta experimentada emprendedora manifestó que: «Yo quería hacer una empresa cuando era joven. Pero al mismo tiempo, había muchos aspectos del espíritu empresarial que no me gustaban en EE.UU”.

“Al contrario de lo que todo el mundo se queja, creo que realmente necesitamos esas normas y preocupaciones sobre la privacidad para que la IA no se descontrole», añadió Pinto Castellanos.

Sin regulación, nadie sabe si gozaremos de las ventajas o pagaremos la fiesta. Pero debemos tener algo en claro, cuando no hay reglas claras sí aparece una ley, la ley de la selva donde siempre se impone el más fuerte.

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