En el Día Internacional contra el Bullying, organizaciones y familias reclaman políticas efectivas frente a una problemática creciente. Argentina se ubica entre los cinco países con mayor número de casos a nivel mundial.
Cada 2 de mayo, el lazo violeta se convierte en símbolo de una causa urgente: visibilizar y combatir el bullying en las escuelas. La fecha, instaurada en 2013 por la ONG Bullying Sin Fronteras con el respaldo de la UNESCO, busca poner en agenda una problemática que golpea con fuerza en todo el mundo, y que en Argentina muestra cifras alarmantes.
Según un relevamiento de Bullying Sin Fronteras, entre 2022 y 2023 se registraron más de 50 mil casos de acoso escolar en el país. Esto ubica a Argentina en el quinto lugar del ranking mundial, detrás de México, Estados Unidos, España y Brasil. A esto se suma un informe de UNICEF que revela que tres de cada diez niños, niñas y adolescentes han sido víctimas de bullying, y siete de cada diez presenciaron situaciones de violencia física o verbal en sus instituciones educativas.
Frente a esta realidad, distintas voces se alzan para exigir respuestas más efectivas. Aunque en 2013 se sancionó la Ley 26.892, que establece pautas para la promoción de la convivencia en las escuelas, desde organizaciones especializadas advierten que su implementación es desigual y carece de mecanismos eficaces de seguimiento y sanción.
En noviembre de 2024, el senador Eduardo “Wado” de Pedro presentó tres proyectos legislativos para reforzar la lucha contra el acoso escolar. Entre las propuestas se incluyen la creación de una jornada nacional dedicada al tema, un Observatorio de Conflictividad Escolar y nuevas normas para prevenir el bullying en clubes deportivos, donde también se han detectado altos niveles de agresión.
Sin embargo, para muchos docentes y familias, estas iniciativas aún no alcanzan. “Necesitamos políticas sostenidas y acompañamiento real en las aulas”, sostienen educadores que, a diario, enfrentan situaciones de violencia sin contar con herramientas suficientes. La salud emocional de estudiantes se ve amenazada no solo por el bullying en sí, sino también por la falta de contención institucional.
La prevención, coinciden especialistas, debe ser integral y comenzar desde edades tempranas. Algunas estrategias efectivas incluyen la educación en valores como el respeto y la empatía, la capacitación docente para detectar y abordar casos de acoso, y la implementación de programas de mediación escolar. También resulta clave promover el uso responsable de la tecnología para reducir el ciberacoso, así como involucrar activamente a las familias en la vida escolar.
Frente a una situación de bullying, existen recursos disponibles para pedir ayuda. Entre ellos, la línea gratuita “Convivencia Escolar” (0800-222-1197) del Ministerio de Educación de la Nación y la línea 102, que funciona las 24 horas del día para recibir denuncias de violencia hacia niños y adolescentes. Además, el número 137 permite reportar situaciones de violencia familiar y sexual, y la línea 22676 (ACOSO) brinda asistencia ante hechos ocurridos en el transporte público.
Este 2 de mayo, más que una efeméride, es un llamado urgente a la acción. El bullying no es un problema menor ni pasajero: sus consecuencias pueden marcar la vida de una persona para siempre. Por eso, la responsabilidad de prevenirlo y erradicarlo recae en toda la sociedad. Las aulas deben ser espacios seguros para aprender, crecer y convivir. El desafío es grande, pero la indiferencia no puede ser una opción.