Foto: Eugenia Marengo

A partir del asociativismo y la economía popular un grupo de trabajadoras y trabajadores elaboran productos agroecológicos de calidad y libres de gluten con frutos del monte. De esta manera, cuidan el medio ambiente y contribuyen a la soberanía alimentaria.

Antes de la pandemia surgió en Capilla del Monte «Taku», una cooperativa de trabajo integrada por unas 14 personas preocupadas por el medio ambiente. A poco más de dos años de su creación, los trabajadores de la economía social y popular ya elaboran unos 30 productos alimenticios, desde el café de los frutos nativos hasta la harina de algarrobo.

En diálogo con CÓRDOBA HOY, Alejandra Frassati, presidenta de la Cooperativa, dijo que “el trabajo cooperativo, el cuidado del monte y la soberanía alimentaria representa calidad de vida”. En este marco, sostuvo que tenemos que entender que “el monte es vida” y consideró que “debemos salir del sistema capitalista que explota al ser humano y a la tierra.

Afirmó que hay que terminar con la destrucción del monte, tal como ocurre en el norte (por citar un ejemplo) cordobés en donde se priorizan los negocios inmobiliarios y agropecuarios. En cambio, desde su práctica cotidiana los integrantes de la Cooperativa Taku proponen una mirada diferente a la del desarrollismo. Apuestan a las bondades que ofrece el monte nativo y rechazan la tala de árboles indiscriminada para construir cabañas y alquilar esos lugares con fines turísticos y económicos.

Esa idea se plasma en el mismo nombre de la cooperativa ya que Taku era como las comunidades quechuas del noroeste argentino nombraban al árbol, en referencia al algarrobo, nombre que le dieron los españoles al ver su parecido a la especie europea.

“Es un árbol bondadoso que no toma sus nutrientes de la tierra sino del oxígeno, hace que a su alrededor tenga una biodiversidad increíble. De ahí nosotros tomamos Taku porque nos sentimos identificados”, contó Alejandra Frassati.

“Empezamos antes de la pandemia con compañeros que nos fuimos conociendo en la lucha ambientalista porque ante todo somos ambientalistas y muchos estábamos en organizaciones sociales siempre haciendo cosas por el monte y por Capilla del Monte”, relató Alejandra.

Recordó que en el inicio la idea era tener un molino y poder hacer la molienda. Los comienzos no fueron fáciles y al principio eran pocos, pero para fortalecerse comenzaron a realizar los trámites para generar la cooperativa. Algo que hoy es un sueño hecho realidad.

“Nuestra propuesta es agroecológica porque pensamos que es la única salida. Lo que se hace por fuera de la agroecología es alimento envenenado y nosotros lo que planteamos es una cuestión de salud, cuidado de la tierra y que no sea un producto de elite, sino que la soberanía alimentaria sea para todos y todas”, expresó.

La referente de la Taku remarcó que detrás de esta cooperativa hay un entramado de productores locales y de distintas regionales del país. “Trabajamos con productos agroecológicos de calidad y en asociación con los pequeños productores, lo cual permite reactivar toda la economía social”, valoró.

Remarcó que el desafío permanente es trabajar en red, generando vínculos entre pequeños productores. En este sentido, mencionó que están articulando con otros cooperativistas ambientalistas que realizan bioinsumos, es decir, fertilizantes agroecológicos, hay otro grupo que recolecta la pimienta roja del Aguaribay (para la pimienta rosa), que es un árbol ancestral.  

Actualmente la Cooperativa elabora y comercializa de manera mayorista unos 30 productos agroecológicos y libres de gluten. “Somos un molino libre de gluten. Cuando nos planteamos qué camino íbamos a tomar con Taku entendimos que es un desafío poder trabajar sin gluten para derribar esa idea de que la persona con celiaquía tiene que consumir un producto costoso”.

Desde Taku elaboran una sal entrefina con especias aromáticas que las adquieren a cooperativas agroecológica de Salta y Catamarca, como así también granos agroecológicos de arroz que les provee una cooperativa de Entre Ríos y garbanzos y arvejas que llegan desde productores de Buenos Aires. Además, en Traslasierra están las yuyeras a quienes les compran el romero, laurel, hierbas medicinales. Lo mismo hacen para adquirir la pimienta molida de la algarroba, chañar y tusca.

“Tenemos compañeros que recolectan o nosotros mismos organizamos campañas de recolección. Además, hacemos café de mistol y de algarrobo, como así también la harina de algarrobo”, dijo la ambientalista cordobesa.

Con esta premisa de mirar al monte desde la soberanía alimentaria, manifestó que “muchos compañeros han vuelto a sus propias raíces ancestrales y vuelven a elaborar los productos tan ricos que se pueden generar a partir de las bondades del monte”.

Adelantó que uno de los desafíos de la Cooperativa para el año que viene es volver a sembrar garbanzo en Capilla del Monte, un cultivo que se perdió en la zona. “Nuestra idea es recuperar la ruralidad”, en este sentido, explicó que han podido volver a utilizar ciertos campos de familias que no sabían qué hacer y ahora “tenemos verdura agroecológica en la zona, comenzaremos a sembrar garbanzo y hay compañeros que están sembrando maíz agroecológico”, precisó.

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“Muchas movidas de pequeños productores que hay vuelto a prácticas ancestrales son ocultadas y no se dan a conocer”

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-¿Cómo comercializan la producción?

– Nosotros trabajamos con un mercado de cercanía, con clientes conocidos y en donde es fundamental el tema de la confianza. No tenemos el sello de que nuestros productos son agroecológicos y nuestros clientes amigos lo aceptan y confían plenamente en cómo producimos. De todos modos, ya iniciamos los trámites para contar con todos los sellos de productos libres de gluten y agroecológicos.

Esa solidaridad y confianza rompe todo esquema competitivo de cómo se plantean los negocios porque estamos todos de acuerdo en que estamos en un mismo camino que es la economía social y popular y funcionamos en comunidad.

Tenemos diferentes áreas, una que es la comercialización y gestión de compras de materias primas; otra que es la administrativa; la de empaquetado y etiquetado, y la producción.

Ahora estamos en un proceso de cambiar el empaquetado porque, a pesar de que son biodegradables, todavía utilizamos bolsas. Estamos en un paso muy importante para hacer todo con material que no dañe el medio ambiente.

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«Estamos pensando en poner en marcha una fábrica de galletitas. Ese es uno de los objetivos centrales para el 2023. La idea es hacer galletitas sin gluten y con precios al alcance de todos»

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– ¿Cómo pudieron crecer, pese a la pandemia?

– En un trabajo articulado con el Movimiento La Dignidad pudimos sumar más compañeres a través del Potenciar Trabajo y hacer crecer la cooperativa. Hoy, hay toda una mirada sobre lo que significan estos programas Potenciar Trabajo y es importante que se sepa que a partir de éstos nosotros pudimos crecer y sumar más personas a la Taku.

La implementación del programa fue muy importante para nosotros y demuestra que cuando hay un Estado presente y acompañando, el trabajo de la economía popular y solidaria crece y tiene grandes posibilidades en el futuro.

-¿Por qué una cooperativa en el mercado agroecológico?

– Porque elegimos un proyecto y una mirada colectiva en donde no hay un patrón, sino que prima el cooperativismo y la solidaridad. Somos asamblearios, nos juntamos y la idea es fortalecer el enamoramiento hacia la Taku de todos. Si hay algún conflicto hablarlo y salir de ese lugar entendiendo que acá no hay patrón, sino que lo que prima es el sentido de pertenencia a una idea colectiva.

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“Se trata de otra forma de trabajar, de abordar la economía social y popular. Entender que el consumo es político, que tiene que haber una conexión hacia el cuidado de la tierra y de los montes”

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Resulta increíble que para muchos jóvenes sus primeras experiencias laborales sean el cooperativismo. Todos los cumpas están enamorados y se sienten parte de este proyecto. Nosotros apuntamos a trabajar desde la solidaridad y cuidando el monte, con buenas relaciones de trabajo, participación en las asambleas para superar esas instancias que han generado las rupturas de otras cooperativas. Taku somos muchos y a la vez estamos enlazados con muchos proyectos.

-¿Cómo definiría a la Cooperativa Taku?

– Antes que nada, somos ambientalistas. Somos un equipo con gente muy solidaria queriendo recuperar la tierra y producir, entendiendo que en cada lugar donde hay un espacio para que una persona pueda producir, no solamente está generando trabajo, sino que está produciendo alimento que es uno de los grandes problemas a nivel mundial.

-¿El consumo es político?

Sí, el consumo es político y por eso es necesario romper con toda esa cultura capitalista que es el cuentito que nos han hecho. Antes era la abuela que te cocinaba… todo eso se perdió y se le hizo creer a la gente que el pertenecer era ir al supermercado y mientras más lleno el carrito más importante eras.

Deformaron la idea de economía comunitaria, lo que antes era más humano, en conexión con la tierra y sin veneno lo hicieron desaparecer para imponer una sociedad de consumo que destruye nuestro planeta.

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