Diferentes organizaciones productivas y socioambientales denuncian los impactos del agronegocio y cuestionan que el 40 por ciento de la tierra cultivada está en manos de solo 1.200 personas y empresas. Aseguran que “La agroecología de base campesina es la forma de combatir el hambre”.

En este marco, lanzaron la campaña “Sin tierra hay hambre”, a través de la cual proponen otro modelo productivo para el país y piden que los agricultores familiares puedan acceder a la tierra que trabajan.

Sobre esta iniciativa CÓRDOBA HOY dialogó con la socióloga y ambientalista Mariela Silvestein, quien forma parte de esta campaña impulsada por activistas autoconvocados, científicos, profesionales, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Museo del Hambre, Rebelión o Extinción, el Instituto de Salud Socioambiental, Paren de Fumigarnos Lobos, Artistas por la Tierra y Exaltación Salud, entre otras organizaciones.

“Esta campaña viene a denunciar que el modelo de explotación de la tierra en pocas manos, empresas transnacionales de commodities de la soja están trayendo mucha hambre a nuestro país. Tenemos seis de cada diez niñas sin alimentos saludables y es momento de comenzar a preguntar por qué, qué pasa con el campo, quién tiene las tierras”, expresó la socióloga Mariela Silvestein

-¿Qué proponen con esta campaña?

Mariela Silvestein: -En este contexto de concentración de los recursos naturales proponemos una agricultura agroecológica que no siga el modelo agroindustrial que se basa en un paquete de semillas modificadas genéticamente y herbicidas porque ese paquete está generando muchísima contaminación del aire, del agua y pobreza.

Las ganancias de la agricultura extractivista quedan para las empresas transnacionales mientras van dejando daños a la salud, al ambiente, la deforestación y con las consecuencias que todo eso genera como las inundaciones y sequías. Todo generado por la alteración a lo que debería ser una vida biodiversa en donde los campesinos tengan la posibilidad de vivir con ingresos dignos, con agroecología y que haya diversidad de frutas, verduras y de cereales para que luego todes podamos consumir.

En cambio, el agronegocio produce soja o maíz transgénico para exportar y alimentar a los animales del extranjeros que luego son asesinados para comer. Como así también, a través de la ganadería intensitva, que se desforesta tanto y tienen a los animales malviviendo en los feedlots para luego asesinarlos y comerlos.

Queremos visibilizar que el agronegocio genera hambre y está recibiendo beneficios estatales y los campesinos no. Pese a eso, el 60 por ciento de los alimentos que consumimos los argentinos proviene de la agricultura campesina familiar. A esos actores hay que darles apoyo, es a quienes le tenemos que dar la tierra, ya que actualmente, el 80 por ciento del campesinado alquila y corre el riesgo de perderlo todo cada vez que tiene que renovar el contrato.

-¿Qué hay que revertir para potenciar la agricultura familiar?

– Hay que impulsar una Ley de Acceso a la Tierra (sería el cuarto intento de las organizaciones campesinas) que implica la creación de un Fondo Fiduciario Público de Crédito para la Agricultura Familiar (Crepaf) para que los campesinos puedan acceder a créditos blandos para adquirir sus propias tierras. Hay que salir de esta dinámica en la cual la tierra está concentrada en manos de la agricultura de la semilla modificada genéticamente y de los herbicidas.

El 1,4% del total de superficie cultivada en Argentina son frutales, el 1% legumbres y el 0,4% verduras. Es decir, estamos hablando de muy poca superficie cultivada en el país que se destina a alimentos. Esto es grave por eso el lema de la campaña es “Sin tierra hay hambre”. Estamos entregando la tierra, como decimos hace muchísimos años, a una monocultura del monocultivo y nosotros no queremos eso, queremos biodiversidad.

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«Estamos en un contexto de emergencia social, ecológica y climática. La desigualdad en torno a la tenencia de la tierra, que expulsa a los habitantes de las zonas rurales hacia los cinturones de pobreza urbana, pone en extremo peligro a los sistemas alimentarios regionales y globales»
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-¿Por qué hay que ponerle un freno a este modelo de producción?

– Porque lamentablemente cada vez nos vamos a encontrar con más muertes y enfermedades si no hacemos un cambio rápido y radical. Algo que ya se debería haber realizado hace muchísimo.

El problema del calentamiento global se produce por la deforestación. Y esto se hace para poner en marcha esta monocultura del monocultivo que es la soja. Las grandes extensiones de soja con semillas transgénicas que luego se rocían con tóxicos que nos contaminan y enferman.

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“Este modelo está diseñado para maximizar los beneficios económicos de los dueños de los medios de producción: tierra, maquinaria y tecnología moderna, con la participación clave de un puñado de firmas que intermedian todas las transacciones y determinan los precios de los commodities”

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Es una situación para preocuparse y estar atentos porque el problema no lo tienen solamente los que viven cerca de esos campos, sino todos al consumir el agua y los alimentos contaminados. No estamos hablando de enfermedades sencillas, los agrotóxicos generan cáncer y distintos tipos de enfermedades en las tiroides, malformaciones congénitas, problemas de fertilidad y reproducción, déficit neurológico y neurocognitivos, problemas respiratorios y alérgicos, alteraciones del sistema inmune, entre otros.

Nuestros gobiernos saben todo esto porque es algo que se conoce a nivel mundial. Entonces, no podemos permitir que siga sucediendo esto con la justificación de la necesidad de tener que recibir dólares. Las mismas justificaciones utilizadas cada vez que ingresa al país una empresa extractivista ya sea para minería o para fracking. Se permite violar la naturaleza para recibir algunos dólares con el argumento de pagar la deuda externa, mientras cada vez se nos van agravando los problemas ambientales y climáticos.

-¿Cuál es el rol de la Sociedad Rural en esta puja de dos modelos productivos? ¿Qué diferencia hay con los productores campesinos?

-Bueno, la Sociedad Rural en su mayoría avala el modelo que está aconteciendo. Es muy diferente el comportamiento de los campesinos de la agricultura familiar que es gente mucho más sencilla y están lejos de ser los multimillonarios de la Sociedad Rural.

La diferencia entre unos y otros es el estado de conciencia. Por un lado, estás hablando de un gran empresario que lo único que le importa son los dólares y la soja transgénica y solo trabaja para su propio bolsillo sin importarle la muerte, mientras que el campesino de la agricultura familiar quiere que tengamos alimentos sanos y le importa la vida toda.

El modelo productivo extractivisa es un problema socioambiental que afecta a las personas, al ambiente, a los animales, a las plantas y si queremos la vida evidentemente tenemos que lograr frenar todo aquello que la destruye.

No hagamos oídos sordos ya sea que vivamos en el campo o en la ciudad. Hay que prestar mucha atención a la problemática, no solo por lo que comemos y nuestra propia salud, sino por la dignidad de los trabajadores del campo, por la seguridad alimentaria de cada uno de nosotres que queremos un modelo de vida digna con justicia social, climática y ecológica.

-¿Qué hay de cierto sobre los argumentos que dicen que la agroecología no es sustentable económicamente?

-Hay que tener mucho cuidado con esas afirmaciones. Porque cuando se está pensando en el sistema agroindustrial extractivista es pan para hoy y enfermedad y hambre para mañana.

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“La agroecología de base campesina debe dejar de ser considerada sólo como una alternativa, es la forma de empezar a desandar el camino del hambre y la dependencia alimentaria y de revalorizar el trabajo agrícola”

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Hay que pensar en términos de sustentabilidad: si nos vamos a morir todos, para qué sirven los dólares generados por los agroexportadores. ¿Para qué vamos a generar dólares para pagar la deuda al FMI si no vamos a tener agua, ni tierra?

-¿Cómo generar un cambio?

-Como socióloga yo confío mucho en los movimientos sociales, en la capacidad que tenemos cada uno de nosotros en nuestros diferentes roles de hacer llegar los mensajes correctos y necesarios.

Creo que es una tarea de todes que podamos sacar las tierras de las manos de quienes están generando este daño.

Hay que bajar el nivel de consumo superfluo. Para nosotros la soja no es algo necesario. Lo necesario es el alimento, y para que haya hay que tener tierra disponible para cultivar alimentos sanos. La soja transgénica no es un alimento sano, es una monocultura del monocultivo para exportar.

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