En los últimos días se produjo un acontecimiento que no se debería soslayar desde una perspectiva del cuidado y defensa de nuestro sistema democrático. Un núcleo de militantes, con una ritualidad agresiva, generaron un acto en un local de la ciudad de San Miguel para presentar una organización denominada «Las fuerzas del cielo».
OPINIÓN
JUAN CARLOS JUNIO
DIRIGENTE COOPERATIVISTA
Utilizaron una simbología con similitudes con las usadas por el nazismo, el régimen de Mussolini y con ciertos rasgos del falangismo español. En los discursos, los referentes libertarios se autodenominaron miembros de una «guardia pretoriana» y «brazo armado» del proyecto político del presidente Javier Milei.
Resultó poco creíble la posterior aclaración de uno de los líderes de esa agrupación, en el sentido de que las armas con las que cuentan son sus teléfonos móviles, intentando suavizar el episodio.
El hecho ocurrido no se debe relativizar. El acto tuvo una fuerte repercusión en los medios de comunicación y las redes sociales. Debe interpretarse como un corrimiento de la frontera entre el respeto a la vida democrática, la convivencia entre los ciudadanos y la idea de enarbolar doctrinas cercanas al fascismo y de reivindicación de formas violentas. Teniendo en cuenta, además, que se produjeron otro tipo de manifestaciones de autoritarismo, frecuentes en distintos estamentos del oficialismo, incluso del propio presidente. No debemos esconder este episodio bajo la alfombra. Por el contrario, debe ser evidenciado ante la sociedad, para que se pronuncie y reflexione ante estos hechos, que pueden parecer aislados, pero que en realidad ponen en peligro el sistema democrático.
En tal sentido, llamó la atención también en estos días la realización de una reunión gastronómica, organizada por la Fundación Faro, con un cubierto de costo exuberante (25.000 dólares) apto únicamente para poderosos empresarios y millonarios. Se trata, como «Las fuerzas del cielo», de una organización de ultraderecha, con ideas fijadas en la lógica amigo/enemigo, es decir, con conceptos y valores claramente antidemocráticos. No deja de sorprender la actitud de estos grandes empresarios que acudieron a la cita, financiando con su aporte una fuerza que pone en tensión las reglas de juego democráticas.
Cambio de planes
En otro orden, no puede dejar de mencionarse el gran evento internacional que se llevó a cabo en Río de Janeiro, Brasil, la cumbre del G20, en el que la participación argentina resultó llamativa por la evidente contradicción entre el decir y el hacer.
En primer lugar, si bien no fue sorpresa, se destacó la notoria frialdad del anfitrión, Lula Da Silva, con el presidente argentino, lo cual es lógico ya que en su momento Milei descalificó personalmente a su par de Brasil. Cierta similitud hubo en el encuentro con el líder del gobierno y el Partido Comunista chino, Xi Jinping, teniendo en cuenta que en su momento el presidente argentino descalificó a China y su régimen político. En tiempos de campaña electoral, antes de su llegada a la Casa Rosada, Milei había dicho: «Yo no haría negocios con China porque no vendo mi moral, ni hago pactos con comunistas».
A pesar de esa fuerte campaña mediática para impactar a la opinión pública de nuestro país, en Río de Janeiro, por razones de interés tanto nacional como del gran empresariado argentino, Milei se tuvo que allanar a una reunión con Xi Jinping a los efectos de tratar de asegurarse que la deuda que el país mantiene con China por el swap (intercambio de monedas) se pueda refinanciar, así como evitar sanciones por la conducta agresiva que otrora desplegó Milei hacia el poderoso país asiático.
El corolario de ese gran evento internacional, que tenía como temas centrales el tomar definiciones sobre el cambio climático, el hambre en el mundo y la iniciativa de crear un impuesto global a las 3.000 personas más ricas del planeta para atender los problemas climáticos y de hambre, se plasmó en un documento que el presidente argentino también se allanó a firmar a pesar de su oposición a estos conceptos instalados en el debate internacional.
¿Sin presupuesto?
Finalmente, otra señal antidemocrática puede plasmarse esta semana, ya que se define el destino del proyecto de ley de presupuesto nacional. Es imprescindible aclarar que, como está definido en la cultura política argentina, el presupuesto es la ley de leyes, es decir, la más importante que se trata cada año en el Congreso nacional. Es la que define la ponderación y el destino de los recursos del Estado y su distribución en los distintos rubros de la vida social. Estamos al borde de que no haya presupuesto, teniendo en cuenta que el Gobierno condiciona la aprobación a que los legisladores se allanen en forma acrítica a la idea de superávit fiscal y déficit cero como sea. Esta acción del Ejecutivo para maniobrar sin ley de presupuesto durante dos períodos consecutivos también constituye un retroceso en el sistema democrático que acentuaría la intención de debilitar el Parlamento nacional que viene siendo impulsada por la presidencia de la Nación desde el primer día de su gestión, cuando le dio la espalda en su mensaje inaugural.