Este lunes el Gobierno presentará en el Congreso el proyecto de Presupuesto 2026. Javier Milei lo acompañará con un discurso en el que insistirá en sostener el ajuste, mientras que el resultado de las elecciones de octubre será clave para su viabilidad.
Cuando el ministro de Economía, Luis Caputo, envió el 3 de julio pasado un anticipo del Presupuesto 2026 al Congreso, allí se consignaba que en diciembre de 2025 el dólar se ubicaría en $1.245. Sin embargo, actualmente la cotización ya supera los $1.450, poniendo a prueba el techo de la banda acordada con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En apenas tres meses, la situación de la economía cambió de manera drástica. Las tasas de interés, que en ese momento estaban en el orden del 29%, superaron el 60% (más del doble), mientras que la inflación prevista para todo el año era del 22%.
Ahora, de acuerdo con los datos del INDEC a agosto, los precios acumulan un incremento del 19,5%, mientras que el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central (BCRA) la ubica en el 28,2% para 2025.
Proyecciones desactualizadas
¿Qué quiere decir esto? Que todas las proyecciones acordadas con el Fondo Monetario en abril, cuando se firmó el entendimiento con el Gobierno, quedaron desactualizadas y será necesario replantearlas por completo.
Y en el organismo están al tanto de ello. De hecho, en el mercado ya se sospecha que el gobierno de Milei no va a tener fuerza política para avanzar con las reformas estructurales a las que se ha comprometido.
«Esperamos con interés el Presupuesto de 2026 para continuar este progreso, sentar las bases para las reformas fiscales necesarias y consolidar los logros alcanzados hasta la fecha«, afirmó Julie Kozack, la vocera del FMI, en la primera conferencia de prensa posterior al receso de verano.
El Gobierno presentará el Presupuesto este lunes en el Congreso, y el presidente Javier Milei lo explicará en cadena nacional. El equipo económico elaboró una pauta de ingresos y gastos del año próximo que al final del período deje un 2,2% de superávit primario. Todo ello incluye proyecciones de crecimiento y un PBI ajustado por inflación.
Es decir, que lo importante para determinar si tendrá algún sentido el Presupuesto 2026 es ver dónde cree el Gobierno que va a terminar el 2025. Probablemente este año, si hay debate, se vuelva a plantear con fuerza que las proyecciones oficiales son demasiado optimistas, como durante el gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Fernández, cuando se subestimaban las cifras de inflación.
En cuanto al nivel de actividad, la carta anticipo de julio proyectaba un crecimiento del PBI de 5,5% para 2025. Por sectores, la industria se expandiría un 5,3% y el comercio, un 7,6%. También esperaba un aumento del 7,2% en el consumo privado, del 5% en el público y del 22,7% en la inversión. Las exportaciones crecerían 3,7% y las importaciones, un 25,2%.
En materia fiscal, el Gobierno estimó que la recaudación tributaria se incrementará un 22,3% en 2026 en comparación con este año. Y la presión impositiva subiría del 22,23% al 22,74% del PBI. El aumento se explicaría por el impacto de las condiciones macroeconómicas y por medidas de administración tributaria.
Los ingresos por Ganancias crecerían 23,2% interanual, aportando 0,15 puntos adicionales al PBI, impulsados por mayores precios, tipo de cambio, salarios e importaciones.
Y todo ello en medio de un período electoral cuyo resultado puede ser determinante para los números de fin de año. Es casi un ejercicio de futurología.
Presupuesto ideal vs. el posible
En 2025, el Presidente decidió prorrogar por segunda vez el Presupuesto 2023 para evitar que el Congreso le cambiara el texto que presentó hace un año. Es conocido que el primer mandatario considera casi un delito que se aprueben pautas con déficit.
El 15 de septiembre de 2024 fue él mismo a llevar el proyecto al Congreso y ofreció un discurso ante los diputados. Eso normalmente alcanzaba con una explicación del ministro de Economía ante la Comisión de Presupuesto y Hacienda. La presencia del Presidente brindó un marco de importancia institucional que en rigor amerita el tema.
Desde que los proyectos se presentan con la facultad especial para que el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) pueda reacomodar partidas, sin subir el gasto total, los presupuestos suelen ser una mera carta de intención, que se sabe que al tiempo se van a modificar. El Legislativo puede autorizar un incremento de partidas de 10% para planes sociales y una reducción en Defensa, y por DNU o una decisión administrativa el jefe de Gabinete puede invertir esa autorización.
Bajo esa premisa, el Presupuesto ideal para Milei sería que el Congreso lo apruebe sin cambios, con la meta de un superávit primario equivalente al 2,2% del PBI. Sin embargo, si el Gobierno libertario se muestra dispuesto a negociar con los gobernadores y con la oposición «amiga» luego de unas elecciones de octubre que, hasta el momento, se anticipan poco favorables, el escenario más probable es que ese objetivo se modere. En ese caso, el superávit proyectado debería ser más bajo.
Los operadores de la city vislumbran que Milei, aun ganando en octubre, solo tendría un grupo de diputados que podría alcanzar apenas para blindar vetos, pero insuficiente para llevar adelante reformas, como la tributaria y la laboral, que son clave para que el modelo que proponen los libertarios funcione.
Fuente: Ámbito