Las comunas registran más de 250 infracciones en un fin de semana por uso indebido, mientras el río Anisacate muestra tramos completamente secos. Reclaman obras estructurales para garantizar el suministro.
El Valle de Paravachasca atraviesa una de sus temporadas más críticas en materia de acceso al agua. Lo que hace algunos años se presentaba como un problema estacional se consolidó como una situación estructural que afecta a vecinos, comunas y al sector turístico. En distintas localidades, la postal se repite: canillas con apenas un hilo de agua, controles permanentes y un río Anisacate con tramos de caudal mínimo o directamente secos.
Durante el último fin de semana, algunas jurisdicciones labraron más de 250 actas de infracción por llenado de piletas y usos no permitidos. Sin embargo, los controles resultan insuficientes frente a la magnitud del problema. El aumento de las temperaturas, el crecimiento demográfico y las sequías recurrentes pusieron al límite un sistema que ya no logra responder a la demanda.
Las comunas trabajan con equipos completos en la calle y campañas de concientización, pero advierten que no cuentan con los recursos necesarios para encarar obras de gran escala. La construcción de nuevas plantas potabilizadoras, la ampliación de acueductos o la ejecución de perforaciones profundas requieren inversiones millonarias que exceden la capacidad local.
En paralelo, la mayoría de las localidades sostiene desde hace años gestiones ante la Provincia y la Nación para avanzar en obras clave que garanticen el suministro. Sin embargo, los proyectos avanzan lentamente y los presupuestos continúan siendo insuficientes. Mientras tanto, miles de familias afrontan un verano incierto y con fuertes restricciones.
La falta de agua impacta de manera directa en la vida cotidiana de quienes viven todo el año en el valle y también afecta a propietarios de viviendas de uso temporario y a los turistas, un sector fundamental para la economía regional.
La situación, coinciden las autoridades locales, exige respuestas urgentes y estructurales. Señalan que ninguna campaña de uso responsable puede suplir la necesidad de infraestructura acorde al crecimiento que experimentó Paravachasca en los últimos años.
El panorama es claro: sin obras de fondo, el valle continuará enfrentando cada verano un escenario de controles, sanciones, conflictos y un sistema hídrico cada vez más deteriorado. Las comunas reclaman inversiones serias y planificadas para garantizar un recurso esencial cuyo estrés ya es evidente en cada rincón del valle.


