El fútbol es el nexo entre Renato Cesarini y los vecinos del barrio ubicado al este de la ciudad. El club dirigido por Santiago Mariscotti contiene a más de 600 niños y niñas. Alicia Bravo coordina el comedor “Abuela Gladis” y allí da de comer a más de 1200 personas, entre ellos a niños que juegan al fútbol en el “naranja”.

Por Aixa Contreras

«Según los medios, todo lo que pasa en el Barrio Obrero es malo y no es así»

En una Jornada Universitaria de Puertas Abiertas, un chico dijo esa frase y en mi cabeza quedó resonando. Recuerdo que jugaba al fútbol en “el club del barrio” y que una de sus molestias era la estigmatización que había hacia ellos. Varios años después, el 13 de marzo de 2022, el club de su barrio, Renato Cesarini, logró en su cancha el ascenso a la Primera A de la Liga Regional de Fútbol. Minutos antes de aquel partido, alrededor del estadio la gente salía de sus casas en una misma dirección y con un mismo sentimiento: el amor al club del barrio. En esa cancha, del club de su barrio, volví a pensar en su frase. 

¡Todos a la cancha! Un recuerdo de un día inolvidable para el «naranja».

«En mi locura decidí fundar un club y así nació Renato Cesarini. Nadie creía que lo iba a hacer, pero se hizo», son las palabras de Blas Antonio Mariscotti, que quedaron grabadas en el estadio que hoy lleva su nombre. Fue “Pachacho” quien en el año 1990 decidió fundar un club dedicado a formar jugadores. Ese proyecto creció rápido, en poco tiempo sumó jugadores, celebró sus primeros logros deportivos y en 2007 arrancaron las obras para finalmente, en 2012, dejar de ser nómades y tener su propio estadio. Ese estadio, ubicado en el corazón del Barrio Obrero, es donde confluyen los sentimientos de cientos de almas en cada partido.

El legado del “Pachacho”, luego de su fallecimiento en 2014, fue continuado por Santiago Mariscotti, su hijo y actual presidente, quien con su impronta terminó de transformar el sueño de su padre en una ilusión de todo un barrio. Actualmente, alrededor de 650 niños y niñas, en su mayoría vecinos de ese sector, recorren diariamente la cancha y los predios del club. Su función social se ve acrecentada por la situación económica y, en mayor medida, por la idiosincrasia propia de un lugar que es golpeado por las desigualdades, la exclusión y la marginalidad social. 

A pocas cuadras del estadio “naranja”, en el Pasaje Manuel Prado 1110, se emplaza el comedor “Abuela Gladis”. Con una historia más reciente, desde hace tres años, brinda el desayuno y el almuerzo a 1200 personas. Alicia Bravo impulsó este espacio en la casa de su madre, Gladis, quién siempre había querido ayudar a sus vecinos. El arraigo al barrio en donde creció, a pesar de ya no vivir en ese sector, no solo hizo que eligiera ese lugar para abrir un comedor, sino que también eligió al club del barrio para que sus hijos jueguen al fútbol.

“Abuela Gladis” comenzó dando el desayuno a 15 familias y ahora son 10 las mujeres que, con un trabajo silencioso y voluntario, preparan la comida que reciben 190 familias del barrio. En el último tiempo, también comenzaron a asistir a algunas familias de los barrios Matadero, 70 viviendas, Oncativo y Fénix. 

Familia renatense

En el seno del Obrero el fútbol late y una familia crece. Sin dejar a nadie fuera, todos son partes de una construcción que tiene más de 30 años en el sector y que contagió al barrio de un sentimiento “naranja”.

Según un relevamiento que realizó la organización Techo, en el año 2016 había un aproximado de 100 familias que ocupaban el asentamiento que popularmente denominaban “el fondo del Alberdi”. Si bien no hay datos precisos de diagnósticos más recientes, es posible afirmar, a partir del crecimiento de instituciones como Renato, que el Barrio Obrero creció en superficie y densidad de población. 

Renato terminó la temporada 2023 con un promedio de 480 jugadores en sus categorías infanto juveniles. A principios de este año, con el regreso a los entrenamientos, ese número creció a más de 600. “Si bien hay chicos de toda la ciudad, lo que se hace cada vez más fuerte es el barrio. Son los chicos que nosotros más queremos contener, son los más cercanos y sabemos las necesidades que tienen la mayoría de ellos”, comentó Mariscotti.

En competencia por el Torneo Infanto Juvenil Masculino de la Liga Regional de Fútbol participan, desde esta temporada, con 4 líneas completas (2013 – 2017 y Sub 13, Sub 135 y Sub 17) de categorías. Además, desde hace un tiempo, se inició el proyecto de fútbol femenino en sus categorías formativas y ya formaron las categorías Sub 16, Sub 12 y Sub 10. 

En pos de que nadie quede fuera, el “naranja” tiene jugadores que son becados por la institución. Al respecto, Santiago Mariscotti dijo que “tratamos de alcanzar a quienes más se les complica hacer actividad y que igual son parte del barrio y del sentido de pertenencia que los chicos tienen con el club”.

La cantidad de jugadores y jugadoras no podría sostenerse sin el trabajo dirigencial que se realiza para poner en funcionamiento dos predios que el club adquirió. Uno de ellos está un 50% iluminado, mientras que el restante ya se encuentra emparejado. Mientras tanto, a la espera de la habilitación total de esos espacios, se trabaja con turnos rotativos y entrenamientos sectorizados que son dirigidos por los más de 30 profesores que tiene la institución.

¿Qué importancia tiene el club para el barrio?

Santiago Mariscotti: Somos un vecino más. No solo para los chicos que juegan sino también para los vecinos con los que generamos cosas en común para que ciertas necesidades básicas lleguen al barrio. 

“Estar juntos”

Entre las acciones sociales que el club lleva adelante se encuentra un convenio con la escuela Quechalén, el anexo del Instituto La Sagrada Familia que se encuentra en el Barrio Obrero. La escuela funciona desde el año 2008 y, desde ese entonces, tiene como objetivo que los adolescentes y jóvenes accedan a terminar la educación secundaria. Ante la falta de espacio para hacer actividad física, el club le presta sus instalaciones a los alumnos del colegio.

Quechalén significa “estar juntos”. En ese sentido, el nombre le hace honor a toda una comunidad que más allá de las dificultades individuales colabora y se preocupa por los otros. Es el trabajo social y deportivo del club, pero también de algunas familias del club que gambetean los prejuicios y le hacen frente a las desigualdades desde el otro lado del alambrado. 

Uno de los tantos ejemplos solidarios es Alicia Bravo. Creció en el Barrio Obrero, hija de madre soltera y hermana de seis varones. Consultada sobre cómo observa la situación de los niños y adolescentes que viven en el sector, remueve el recuerdo de su propia niñez. “Hoy estoy bien, pero yo la pase tan mal ahí. Pasé tantas cosas, pero yo amo ese barrio, ese lugar y nadie me cambia eso”, asegura con la voz entrecortada, mientras recuerda su infancia en esas calles que continúa recorriendo. 

Gladis y Alicia (al centro de la imágen), junto a tres colaboradoras del comedor.

Firme, a pesar de las dificultades y los obstáculos, mantiene su idea de seguir ayudando. “Hay situaciones muy tristes, conozco a todas las familias y sus necesidades. Hoy no puedo decirle que no a nadie que venga, a pesar de que no nos alcance. Yo lo sigo haciendo porque lo hago feliz de la vida”, dice. Bravo recibe la ayuda de la municipalidad, pero con el aumento de la demanda la comida que le dan no es suficiente. Por ello recurre a la solidaridad de conocidos y vecinos de la ciudad que acercan sus donaciones.

Alicia, que creció allí, asegura que Renato era algo que hacía falta en el barrio y es importante. Muchos de los niños que asisten al comedor también juegan al fútbol en el club. La contención de esos niños y jóvenes, por parte de ambas instituciones, es fundamental. Sin alimentarse, los niños no pueden desarrollar su actividad física de forma normal. Y sin un club que apueste a incluir a todos esos niños, no tendrían un espacio seguro para hacer deporte.

Seguir haciendo

Para Renato, los objetivos del año no pasan por lo deportivo, lo asumen como un año de transición desde el regreso de Sergio Lorenzo como coordinador del fútbol. Sin embargo, uno de los focos está en el desarrollo de obras para el hincha y para los jugadores. 

Santiago Mariscotti dialogó sobre las obras que se realizan en el estadio “Blas ‘Pachacho’ Mariscotti”, en el que dentro de poco tiempo se estrenarán las tribunas, locales y de visitantes. “Estamos en la peor época del país haciendo cosas, sin hacer locuras y con los pies en la tierra, pero lo queríamos concretar”, dice al respecto.

Por su parte, el comedor se proyecta en el corto plazo. En el mes del Día de las Infancias, el comedor “Abuela Gladis” realiza una nueva cruzada solidaria. Colectan golosinas, snacks, jugos y facturas para realizar un festejo para los niños. Además, reciben juguetes nuevos o usados en buen estado, ropa y calzado. Las colaboraciones son recibidas en la sede del comedor o coordinando con Alicia (358-4310862).

Dos instituciones diferentes, pero con muchos puntos en común. Fragmentos de un trabajo que representa la necesidad de hacer por los “propios”, por los cercanos. Y de nuevo recuerdo esa frase: “Según los medios, todo lo que pasa en el Barrio Obrero es malo y no es así”. Sí, tenía razón, no era todo malo.

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