En el corazón del pueblo, donde las calles susurran memorias de antaño, se erige un lugar que ha sido testigo silencioso de la vida de su gente: el Bar de Don Villa. El lugar fue declarado de Interés Cultural por la Municipalidad de Alejandro Roca, en homenaje a sus 99 años de historia y por ser parte de la identidad del pueblo.

Este icónico establecimiento, que ha sobrevivido casi un siglo, no es simplemente un bar; es un refugio donde las historias se entrelazan, donde las generaciones se encuentran y donde la cultura del pueblo cobra vida.

Recientemente, la Municipalidad de Alejandro Roca reconoció la importancia de este lugar, declarándolo de Interés Cultural. Pero, ¿qué hace que este rincón tan modesto sea tan significativo para la comunidad? La respuesta está en las paredes que han presenciado más de lo que cualquier crónica podría contar.

Desde su fundación hace 99 años, el Bar de Don Villa ha sido el escenario de innumerables momentos compartidos por los habitantes del pueblo. Desde los tiempos en que era un almacén de ramos generales hasta su transformación en un bar con mesas de pool, el lugar ha mantenido su esencia como punto de encuentro. Don Juan Villarreal, el actual propietario, adquirió el bar hace 37 años y, a sus 92, sigue siendo el alma que lo mantiene vivo. Para Don Juan, cada día que abre las puertas del bar es un acto de preservación de la historia y la cultura local. “Se lo compré a Don Luis Monteroni, y con mi esposa, María Anunciada Monteroni, hace 37 años que lo tenemos”, relató.

La reciente ceremonia de reconocimiento estuvo cargada de emoción. Al entregar la distinción, el intendente Aldo Etcheverry resaltó la importancia de rendir homenaje a aquellos lugares y personas que han construido la identidad de Alejandro Roca. En sus palabras, se percibió un profundo respeto por un lugar que, más allá de su fachada modesta, ha sido un punto de encuentro de los alejandrinos.

Justamente Héctor Montironi, el primer dueño del histórico bar, recordó: “Estuvimos 14 años antes de Don Juan. Esto era un almacén de ramos generales, se vendía yerba suelta. Luego, mi viejo decidió centrarse solo en el bar y ahí se trajo el pool”.

Pero lo que realmente distingue al Bar de Don Villa es su capacidad para unir generaciones. Juan Pablo Caracoche, un vecino del pueblo, compartió cómo este lugar ha sido un vínculo entre su padre, él mismo, y ahora su hijo. «Es una tradición, un legado que no queremos perder. Este bar es más que un lugar, es un refugio de historias compartidas», comentó.

No es de extrañar que artistas y músicos locales hayan encontrado en el Bar de Don Villa un escenario perfecto para expresarse. Las noches de guitarra y canto, como recuerda Don Juan, solían atraer a decenas de personas, llenando el lugar de vida y música. Este bar no es solo un testigo del paso del tiempo, sino un protagonista en la construcción de la identidad cultural de Alejandro Roca.

La historia del Bar de Don Villa es un recordatorio de que los lugares más importantes no siempre son los más grandiosos, sino aquellos que, como este bar, guardan las historias de una comunidad en sus muros. Con casi un siglo de existencia, sigue siendo un punto de encuentro, un espacio donde el pasado y el presente se encuentran, y donde las historias continúan escribiéndose.

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