Un informe nacional del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE) revela que los hogares argentinos consumen más pan, papa y azúcar de lo aconsejado, mientras reducen drásticamente la ingesta de frutas, verduras y lácteos por el aumento de precios.

El estudio expone patrones de consumo que se alejan de las recomendaciones de alimentación saludable y sugiere políticas públicas orientadas a mejorar el poder adquisitivo de las familias, para revertir esta tendencia. La investigación, basada en 3.750 encuestas realizadas en todo el país entre el 1 y el 16 de agosto de 2025, concluye que factores como el precio de los alimentos y la pérdida de poder adquisitivo están modificando de manera significativa los hábitos de alimentación.

El informe muestra un sobreconsumo de harinas, panificados y azúcar, mientras que los grupos de alimentos con mayor calidad nutricional, como frutas, verduras de hojas verdes y lácteos, presentan fuertes déficits. La papa representa el 50% del consumo de frutas y verduras en los hogares, superando en un 28% lo recomendado, mientras que productos como la banana y la manzana caen más de un 60%. En carnes, el pollo y sus derivados concentran más de la mitad del consumo, en detrimento de la carne vacuna y el pescado.

En el caso de los lácteos, se registra una caída en el consumo de leche fluida (-26%), yogur (-44%) y quesos (entre -19% y -59% según el tipo). El huevo aparece como sustituto, con un incremento del 51% respecto de lo recomendado. Por otro lado, el azúcar se ubica un 45% por encima de lo aconsejado, representando el 30% del total de “otros alimentos”.

Los investigadores señalan que esta recomposición responde a estrategias de sustitución de los hogares, que priorizan alimentos de menor costo y alta densidad calórica como pan, papa y pollo, en detrimento de una dieta variada y balanceada.

Entre las principales conclusiones, el IETSE advierte que estos patrones elevan el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, como obesidad infantil, diabetes y problemas cardiovasculares. Además, recomienda que los resultados sirvan de alerta para el diseño de políticas públicas orientadas a mejorar el poder adquisitivo y la accesibilidad a alimentos esenciales como frutas, verduras, lácteos y proteínas.

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