Las principales empresas del sector cerraron 2025 con balances negativos o ganancias en retroceso, en un contexto de mercado interno deprimido, márgenes ajustados y fuerte impacto financiero.
El cierre de 2025 dejó un diagnóstico compartido entre las grandes compañías alimenticias: la estabilización macroeconómica no alcanzó para reactivar el consumo masivo y los balances volvieron a reflejar un negocio bajo presión. Con precios que crecieron por debajo de los costos, dificultades para trasladar aumentos y un frente financiero adverso, firmas como Mastellone, Arcor, Molinos Río de la Plata y Ledesma terminaron el año con pérdidas o con utilidades sensiblemente menores.
Lejos de tratarse de casos aislados, los números confirmaron un patrón sectorial. El mercado interno siguió siendo el principal límite para la rentabilidad y, en muchos casos, la exportación apareció como el único amortiguador frente a la debilidad de la demanda local.
En Mastellone, dueña de La Serenísima, el año cerró con resultados negativos acumulados. A septiembre, la compañía registró una pérdida neta de $28.431 millones, golpeada por el impacto de la devaluación sobre activos y pasivos en moneda extranjera. El dato contrastó con un resultado operativo positivo, superior a los $4.100 millones, explicado por mejoras de eficiencia y un mayor acopio de leche. Sin embargo, las ventas locales apenas crecieron 0,9% interanual, una señal clara de la fragilidad del consumo doméstico.
El volumen total comercializado alcanzó los 1.059 millones de litros de leche, con un crecimiento interanual del 12,6%, impulsado principalmente por el negocio exportador. Aun así, el desempeño operativo no logró compensar el deterioro financiero del período. De cara a 2026, la empresa anticipó que buscará crecer en volumen y ampliar su llegada al mercado interno, aunque con un foco especial en el comercio exterior.
Arcor también cerró un año complejo. En su último ejercicio informado, correspondiente a nueve meses, el grupo registró una caída del 74% en sus utilidades, con ventas consolidadas por $3,51 billones y un resultado financiero negativo cercano a los $98.700 millones. En el mercado argentino, el consumo masivo siguió presionado y varias categorías de alimentos básicos mostraron retrocesos, mientras que los aumentos de precios quedaron rezagados frente a los costos.
Si bien algunas divisiones, como agronegocios, packaging y exportaciones industriales, mostraron un mejor desempeño, ese contraste no alcanzó para evitar un fuerte deterioro en el resultado final. La compañía advirtió que seguirá de cerca la evolución del poder adquisitivo, la volatilidad financiera y los precios internacionales de las materias primas, factores clave para su desempeño en 2026.
Molinos Río de la Plata volvió a funcionar como un termómetro del consumo argentino. La alimenticia del grupo Pérez Companc cerró los primeros nueve meses de 2025 con una pérdida neta de $37.403 millones. La facturación cayó 22% interanual, los volúmenes retrocedieron cerca de 10% y los precios avanzaron muy por debajo de la inflación, en un contexto de fuerte retracción de la demanda interna.
El resultado operativo fue negativo y el frente financiero profundizó el rojo del balance, pese a los esfuerzos por ajustar costos y mejorar la eficiencia. La compañía reconoció que el consumo continúa condicionado por la baja liquidez de hogares y empresas, el alto costo del crédito y un comportamiento cada vez más defensivo de los clientes. La caída fue especialmente visible en alimentos y bodegas, dos segmentos clave para su negocio.
En Ledesma, los números del último trimestre del año confirmaron que la presión se mantuvo hasta el final. La agroindustrial registró una pérdida neta de $17.279 millones en el período cerrado en agosto, con un resultado operativo negativo y un fuerte impacto financiero asociado a tasas elevadas y a la depreciación del peso. Si bien las exportaciones ayudaron a amortiguar parcialmente el golpe, el trimestre volvió a cerrar en rojo.
La empresa arrastró así un año muy complejo, que incluyó recortes productivos y de personal, y que se reflejó en su balance anual con una pérdida de $25.178 millones, luego de haber obtenido ganancias significativas el año anterior.
En conjunto, los balances de las principales alimenticias dejaron un mensaje claro. 2025 fue un año de transición, pero sin alivio efectivo para el sector. La estabilidad macro no se tradujo en una mejora sostenida del consumo y las compañías siguieron operando con precios contenidos, costos elevados y márgenes estrechos. De cara a 2026, el desafío sigue siendo la recuperación real del poder adquisitivo. Hasta que eso ocurra, el ajuste interno y las exportaciones continuarán siendo la principal defensa frente a un mercado interno que todavía no reacciona.


