El Banco Central registró en septiembre el undécimo aumento consecutivo en la irregularidad crediticia de los hogares. Las tasas altas y la pérdida de poder adquisitivo explican el deterioro, que también alcanza a las empresas aunque en menor medida.
La presión financiera sobre las familias volvió a intensificarse en septiembre. Según el último Informe sobre Bancos del Banco Central (BCRA), el índice de morosidad de los hogares alcanzó un nuevo máximo desde que existen registros, con un salto del 6,6% al 7,3%. Es el undécimo incremento mensual consecutivo y evidencia el desajuste entre ingresos que no logran acompañar la inflación y costos financieros que se mantienen elevados.
El deterioro se concentró en dos líneas de crédito claves para el consumo cotidiano. En los préstamos personales, la irregularidad trepó del 8,2% al 9,1%, mientras que en las tarjetas de crédito pasó del 6,7% al 7,4%. En los créditos prendarios la suba fue más moderada, y en los hipotecarios se mantuvo una relativa estabilidad en torno al 0,9%.
Las elevadas tasas de interés fueron un factor determinante en este escenario. En septiembre, los préstamos personales promediaron cerca del 82%, bastante por encima del 74% registrado un mes antes y muy lejos de las expectativas de inflación anual, que rondan el 20%. Esta dinámica encareció el financiamiento y debilitó la capacidad de pago de los hogares.
Si bien en octubre comenzó a percibirse una baja en las tasas, su impacto aún no se traduce en una recuperación del crédito. La propia autoridad monetaria confirmó la primera caída real mensual de los préstamos personales desde marzo —del 0,3%— y un retroceso del 1% en el financiamiento vía tarjetas, afectado por límites poco actualizados y la escasa oferta de cuotas.
Para especialistas del sector, como Guillermo Barbero, socio de First Capital Group, la clave para dinamizar nuevamente las carteras será sostener la reducción de tasas y ampliar los plazos de financiamiento. De lo contrario, advierten, la demanda de crédito seguirá en un terreno débil.
En el caso de las empresas, la morosidad también subió, aunque de manera más moderada: pasó del 1,4% al 1,7%, con un mayor deterioro en los créditos prendarios. Sumando hogares y firmas, la irregularidad general del sistema financiero avanzó del 3,7% al 4,2%, el valor más alto desde inicios de 2022.
Con este panorama, el desafío para el mercado de crédito sigue siendo cómo recomponer la capacidad de pago sin frenar la actividad, en un contexto donde los costos financieros todavía superan con amplitud la recuperación de los ingresos.

