La perplejidad del arco político y, en general, de la clase dirigencial al conocerse los resultados de los comicios electorales, se expresó en un común denominador: la sorpresa. Pues resultaba inverosímil que frente al malestar social acumulado, y tras el antecedente bonaerense del pasado mes de septiembre en donde la Libertad Avanza fue aventajada por más de 14 puntos por el peronismo, el gobierno de Javier Milei obtuviese el triunfo a nivel nacional.

OPINIÓN
DR. NICOLÁS FORLANI
INVESTIGADOR DE CONICET – DOCENTE UNRC
¿Cómo comprender este desajuste aparentemente ilógico entre multiplicidad de necesidades insatisfechas y ratificación masiva en las urnas al oficialismo nacional?. Para responder a este interrogante amerita atender que las necesidades sociales no constituyen necesariamente demandas sociales. Entre las unas y las otras, existe una mediación simbólica en la que la falta es significada como una situación de injusticia que lanza al sujeto a expresar, más aun, a denunciar en el espacio público su derecho vulnerado. Está claro que en la argentina contemporánea esto no ocurre, o al menos, no constituye un fenómeno masivo y sostenido en el tiempo. Las manifestaciones de protesta social registradas, aunque importantes, no parecen corresponderse con la magnitud del daño de las políticas infligidas en estos dos años de gobierno.
Volveremos a esta consideración al intentar proyectar escenarios de ruptura frente a la lógica neoliberal en curso. Antes importa desandar erróneas elucubraciones respecto de la derrota del peronismo para pasar a identificar las dimensiones nodales o instituyentes del resultado electoral.
La mención del desdoblamiento de las elecciones en Buenos Aires como factor decisivo en los resultados en dicha provincia y a nivel país, además de ser un contra fáctico, la única productividad política que reviste, por cierto lesiva al campo popular, es la de pergeñar daño sobre la figura del gobernador bonaerense Axel Kicillof.
En rigor cuatro factores permiten comprender el resultado electoral, a saber:
-El Rol de EEUU: la decisiva intervención de Estados Unidos a lo largo de estos dos años de mandato, garantizando un nuevo préstamo del FMI primero y luego, en vísperas de las elecciones, de dólares para contener el tipo de cambio. Sin la intervención norteamericana, la devaluación de la moneda hubiera repercutido en un alza inflacionaria erosionando el principal capital político del gobierno nacional;
-La inflación: aunque atado a lo primero, el registro inflacionario de la década previa, especialmente agudo en el último año del FDT, constituye el aspecto medular de la aversión de una parte importante de la sociedad a “volver al pasado”. Aún sin resolver el problema de los ingresos (incluso mayormente deteriorados), el gobierno nacional conserva las expectativas de ser quien puede efectivamente detener la suba de los precios de la economía.
-El Estado deficitario: la construcción discursiva del peronismo en el reciente proceso electoral centró su atención en la necesidad de resistir a Milei y de recuperar el rol del estado. Si lo primero logró empatizar con una parte del malestar social, aun no queda del todo claro cómo la apelación al Estado, puede ofrecer una alternativa superadora. Anida un recuerdo fresco de una retórica en favor del Estado (anterior gobierno) en el que, sin embargo, un 40 % de la población se hallaba bajo la pobreza y en el que, como una novedad sociológica, asalariados formales no alanzaban los ingresos suficientes para una vida digna.
-El antiperonismo: las fracturas internas y las dificultades para enhebrar una programática en el peronismo contrasta con un antiperonismo que actualiza y consolida su identidad política al calor de la consolidación de chivos expiatorios: el kirchnerismo, la izquierda, el feminismo, el ambientalismo, entre otros. Los discursos de odio articulan un 40 % de un electorado que, aun viendo empeorados sus ingresos, se ven representados por la fuerza que hoy administra el estado nacional.
Frente a estos rasgos estructurales, el gran desafío del campo popular democrático, el de construir la pluralidad de dispositivos que permitan desarrollar experiencias colectivas comunes entre la mayoría social afectada por las políticas neoliberales. Conversatorios sociales que permitan construir un universo simbólico común en el que la geopolítica, los mecanismos de endeudamiento, el desarrollo nacional, los usos del territorio, la ciencia y la tecnología, constituyan núcleos de debate que se conecten con las experiencias vitales degradadas por las políticas en curso.
Necesidades como la vivienda, la alimentación, la salud, la educación, el trabajo, entre otras, pueden convertirse en demandas sociales sobre las que construir nuevas agendas políticas. Poner en valor nuestros mejores legados del pasado y aunar la voluntad para desafiar las estructuras de poder vigentes en aras de una sociedad con justicia social.
Aquí no se trata de identificar el sujeto histórico de la transformación, sencillamente porque como tal no existe. Es la tarea política construirlo: la invención del pueblo debe partir de las necesidades existentes, problematizarlas, dotarlas de un sentido de igualdad y elaborar los mecanismos para garantizar el bienestar social.

                    
