La Fundación ProTejer señaló que las importaciones de ropa y telas crecieron a niveles récord en el primer trimestre de 2025, afectando a fábricas, empleo y producción nacional. Preocupan los bajos precios de ingreso y la falta de controles.

La industria textil argentina atraviesa uno de sus momentos más difíciles de la última década. Según un informe de la Fundación Pro Tejer, el 67% de las prendas que se consumen hoy en el país son importadas, el porcentaje más alto registrado hasta ahora. Esta situación pone en riesgo miles de puestos de trabajo en todo el país y amenaza con desmantelar parte del entramado productivo nacional.

En los primeros tres meses de 2025, las importaciones de ropa crecieron un 86% en volumen en comparación con el mismo período del año pasado. En el caso de los textiles para el hogar, el aumento fue del 109%. Pero lo más llamativo es que estos productos llegaron al país a precios significativamente más bajos: hasta un 26% por debajo del valor promedio de 2024 y en algunos casos, más baratos que en los últimos 11 años.

El informe advierte que esta ola de importaciones baratas podría deberse a la eliminación de controles aduaneros clave, como los valores criterio (precios mínimos de referencia) y la reducción de medidas antidumping. También se quitaron exigencias como el etiquetado de composición textil y la fiscalización sobre sustancias nocivas, lo que facilita el ingreso de productos de menor calidad sin restricciones sanitarias.

Además, el contexto global juega en contra: la caída de la demanda en países como Estados Unidos o la Unión Europea generó un excedente de textiles en Asia, que ahora se colocan en países con pocas barreras comerciales, como Argentina, muchas veces a precio de remate.

Factores internos como la apreciación del peso argentino y la baja de aranceles a fines de marzo también contribuyen a este escenario. Esto abarata las importaciones y pone a la producción nacional en desventaja, al tiempo que las promesas de alivio fiscal para el sector aún no se materializaron.

El resultado es una pérdida constante de participación de la industria local en el mercado interno. Desde 2015 en adelante, la proporción de producción nacional en el consumo total ha caído año tras año. Esto se traduce en cierre de talleres, caída del empleo y pérdida de capacidad tecnológica y de inversión en un sector que supo ser estratégico para el desarrollo federal del país.

Desde la Fundación Pro Tejer insisten en que sin una política económica que proteja y promueva la producción local, el país seguirá perdiendo soberanía productiva y dependerá cada vez más del exterior para abastecer su mercado.

La industria textil argentina no solo enfrenta una avalancha de productos importados, sino también un marco económico que favorece esa situación. Las consecuencias ya se sienten en los talleres y fábricas de todo el país.

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